50 aniversario del debut de Black Sabbath: el parto de dos horas que dio a luz el Heavy Metal

«Nos prestaron un estudio por dos días, pero nunca se habló oficialmente de grabar un disco. Llegamos, montamos los instrumentos, pusimos los micrófonos y grabamos todas las canciones en poco más de dos horas. Luego agregamos guitarras, doblamos algunas voces y se acabó. Recuerdo que llegamos al bar con tiempo de tomar una última copa». Así resumió Ozzy Osbourne la histórica jornada del 16 de octubre de 1969 en la que nació el Heavy Metal.

El resultado final no gustó a los críticos de Rolling Stone, que simplemente dijeron que era «como Cream, pero peor».

El sonido gordo de la batería de John Bonham y el trepidante ritmo del «Inmigrant Song» firmado por su banda, Led Zeppelin, fueron los primeros ingredientes del nuevo plato que se estaba cocinando en la música popular a finales de la década de los sesenta. Pero aún faltaba un condimento más para culminar la creación del género, y ese no fue otro que el sonido de las guitarras de Black Sabbath.

El grupo se había formado dos años antes en Aston, un barrio industrial de Birmingham. El guitarrista Tony Iommi y el baterista Bill Ward, que acababan de abandonar la banda Mythology, se aliaron con el bajista Geezer Butler y el cantante Ozzy Osbourne, que también se habían marchado de su grupo, Rare Breed. A ellos se sumaron otro guitarrista rítmico y un saxofonista, y empezaron a tocar en el circuito local bajo el nombre de The Polka Tulk Blues Company, una socarrona referencia al talco que usaba la madre de Ozzy para sus axilas. Muy pronto reducirían la formación al cuarteto que todos conocemos, que se rebautizó como Earth y empezó a grabar versiones de Cream, Blue Cheer y Jimi Hendrix (por quien sentían una especial admiración), además de algunos temas originales.

En 1969 se vieron obligados a cambiar de nombre porque ya había otros Earth circulando por ahí, pero la faena se convirtió en bendición. Una noche, el bajista Geezer Butler paseaba por Birmingham dándole vueltas a un nuevo nombre, cuando se topó con el destino de su grupo: una enorme cola en mitad de la calle. Intrigado, se acercó a ver qué pasaba. La multitud estaba esperando para entrar a un cine donde proyectaban «Black Sabbath», la película de terror dirigida por Mario Bava y protagonizada por Boris Karloff (cuyo título original en italiano era «I tre volti della paura», «Las tres caras del miedo»). Butler tuvo entonces una suerte de epifanía: «Si la gente paga y hace cola por pasar miedo con el cine, ¿por qué no iba a hacer lo mismo con la música?».

Con esa idea en la cabeza, Butler compuso «Black Sabbath». Una canción de siete minutos con atmósferas góticas y letras de inspiración ocultista, en la que introdujo una herramienta musical para generar una sensación de terror e inquietud: el intervalo de quinta disminuida. Es decir, el tritono, que la Iglesia Católica había prohibido hacía casi mil años tras definirlo como «Diabolus in Musica». Todo era perfecto para cautivar a los jóvenes atraídos por el misterio de lo sobrenatural, así que decidieron llamar a su banda así, Black Sabbath.

La canción tuvo que llegar a las tiendas de discos para explotar definitivamente. Empaquetada en un álbum debut de inquietante portada (con una foto tomada en un molino de Mapledurham, Berkshire), la composición abría una obra maestra que sumergía al rock en un universo de oscuridad, muerte y terror que seduciría a toda una generación. Publicado un viernes 13, «Black Sabbath» fue un éxito inmediato a ambos lados del Atlántico a pesar de no contar con el menor presupuesto para su promoción, alcanzando el 8º puesto en las listas de ventas e Reino Unido y el 23º en Estados Unidos.


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